Algunos filósofos antiguos como Aristóteles y Platón estudiaron las costumbres de la población griega. Como costumbre en griego se dice ETHOS, a esta parte de la filosofía se le llamó en español ETICA. Los filósofos romanos continuaron el estudio de las costumbres de sus poblaciones. Como costumbre en latín se dice MORALIS, a esta parte de la filosofía en español se le llamo también MORAL.
Para evitar confusión entre ETICA Y MORAL a la parte legislativa de las costumbres se le llamó ETICA. Es decir la elaboración de normas que promuevan las buenas costumbres y eviten las malas. A las buenas costumbres se les llamó valores humanos o virtudes, y a las malas costumbres, antivalores o vicios. A la parte ejecutiva, es decir al control del cumplimiento de estas normas, se le llamó MORAL.
Deberes. Son las reglas de cortesía y buenos modales que todas las personas debemos cumplir para convivir armoniosamente en sociedad.
Derechos. Son las condiciones que toda persona exige para vivir dignamente, por el hecho de haber nacido en el planeta tierra.
Valores. Son las costumbres que practicadas por las personas las hacen dignas de estimación.
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Deberes para con los niños de padres y educadores
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Nunca es tarde para enseñar a los pequeños las reglas y normas de vivir en sociedad. Pero a medida que pasan los años es más difícil inculcarles estas reglas. Un niño es como un árbol al que hay que ir regando y cuidando desde pequeño. Si se tuerce, cada año que pasa es más difícil enderezarlo, hasta que llega un momento en que es prácticamente imposible.
Esta época no ha sido muy propensa para el despliegue acertado de los métodos de disciplina.
Durante un tiempo se pensó que la disciplina formal, las buenas maneras, las formas, las reglas de urbanidad habían pasado a mejor vida y que los nuevos tiempos obligaban a cambiar todo eso por un nuevo trato, por el tuteo, un nuevo vínculo educativo basado en la amistad entre maestros y alumnos. Ello obligaba a los maestros a esfuerzos continuados para imponer la disciplina formal. Ante la presión social, la educación recibida por los nuevos maestros nacidos en las décadas de liberación, de los sesenta y los setenta, y con el empuje de unos padres, nacidos en las mismas décadas, y especialmente el de las madres sobreprotectoras, los hijos fueron elevados en los noventa a la categoría de majestades, y poco a poco el clima escolar se fue relajando. Ello nos fue dejando un panorama educativo y escolar, fiel reflejo de esos vientos sociales, pero de creciente malestar.
Es clara la pérdida de la autoridad natural de los docentes. Por supuesto que hay docentes que no saben ni sabrán sostener los principios de la autoridad, aunque puedan mostrar muchos conocimientos, bagajes científico-intelectuales y sabiduría didáctica, pero su aptitud para hacerse respetar, para imponer normas, para sostener la mirada, para crear condiciones de disciplina sin recurrir, ni a la agresividad ni a la violencia ni a los reglamentos es escasa. La época que vivimos no ha sido muy proclive al ejercicio y a la preparación de padres y educadores para el despliegue acertado de los métodos y técnicas de disciplina.
Toda la crítica pedagógica a la disciplina formal se ha basado en la idea de que lo importante no son las formas externas, por ejemplo que los escolares se pongan de pie siempre que entra un maestro(a) y que el asunto central es el aprendizaje del alumno. De acuerdo, pero, para que el alumno aprenda, se requiere que haya un marco disciplinario mínimo. La disciplina no es algo fácil de transmitir, y no basta con los reglamentos disciplinarios. Hay que preparar a los futuros maestros para que sepan conducir grupos de escolares, y en especial, los más difíciles, los grupos de adolescentes.
Hoy a las escuelas se les quiere exigir que suplan la acción educativa que la familia y la sociedad han abandonado. Se ha olvidado aquello de que la familia forma y la escuela educa. Contemplamos atónitos el declive de la exquisita educación: ceder el paso, saludar con cortesía, tratar de usted, no tirar pipas ni chicles al suelo, no hablar por el móvil en recintos públicos y cerrados como restaurantes, buses o trenes molestando a los vecinos, respetar el turno, no contestar ni replicar,… ponerse de pie cuando entra el maestro al aula por primera vez cada día.
En los museos se ven grupos de escolares adolescentes de distintos países, algunos sentados en el suelo y en silencio, escuchando atentos las explicaciones de su maestra ante un cuadro. Otros grupos moviéndose, algunos mirando el móvil, y a maestros(as) desesperados(as) enfadándose con unos y con otros.
A la hora de las comidas.
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Una buena educación y unos buenos modales a la hora de la comida comprenden, como coger bien los cubiertos, como poner bien la mesa, lo que se permite o no hacer en ella, y la actitud que se debe tener con las personas sentadas a la mesa.
Utilizar el diálogo evitando en todo momento manotear. Si enseñamos desde pequeños algunas normas básicas, evitaremos en un futuro disputas y riñas a la hora de comer. Solo hace falta tener un poco de paciencia con ellos. Para ello es conveniente tratar temas sobre las buenas formas en la mesa a las horas de comer, utilizando el dialogo.
Si nuestro hijo(a) se niega a comer, para llamar la atención, tratar de no darle importancia, hablarle de otros temas que no sean de comida, como su serie favorita de dibujos animados, sus amigos del colegio, etc... Es importante que intentemos crear siempre un ambiente agradable a esta hora, fomentar el "deseo" de nuestros hijos por comer y crecer sanos y fuertes.
Si el niño se niega rotundamente a comer no se le debe a obligar a ello, pero al menos debemos intentarlo y hacerle ver, que lo hacemos por su bien, para que sea un niño sano y fuerte.
Evitar, las recompensas materiales, es decir, premiarle si come tal o cual cosa. No debemos acostumbrarlos a esto. Podemos hacerle ver al niño que si no come no lo dejamos salir al parque con sus amigos(as), ni ver su serie favorita de tele ni ir a visitar a sus amigos(as). No obstante, es mejor no tener que recurrir a estos términos. Hay que hacerle ver que comer es una necesidad no un capricho o un favor que nos hacen.
Procurar servirle poca cantidad de los platos que no le gusten demasiado. Si está en una cena familiar o de amigos y el niño no come, retírele el plato sin discutir y no monte ninguna escena. Si luego, dice tener hambre, tendrá que esperar hasta el horario de la siguiente comida, para que aprenda la lección. En el caso contrario, de niños que comen mucho de todo, servirles raciones normales convenientes para su estómago y su salud.
A los platos que lo niños tienen especial "aversión", tratar de darles este tipo de alimentos, disimulados en otras formas de presentación o sabores que agraden al niño.
Antes de comer evitar que el niño coma cualquier golosina, o tome algún tipo de bebida refrescante, que le puede quitar el apetito. Si tenemos costumbre de comprarle alguna cosa de vez en cuando, es mejor comprarle cualquier juguete o detalle que cualquier cosa de comer, así le evitamos la indisciplina a la hora de las comidas.
Los niños no siempre hacen caso a consejos e indicaciones de sus padres y mayores. Pero hay que ser insistentes y acostumbrarlos a hacer las cosas como se deben hacer y a diferenciar lo que está bien y está mal. No hay que perder la paciencia e irnos a voces y discusiones, porque estaríamos dando mal ejemplo a los pequeños. Hay que saber utilizar algunos trucos para lograr que hagan las cosas. Si el niño es reacio a tomar algún tipo de alimento líquido, se puede convencer de lo divertido que es tomarlo con un pitillo o cucharita, por ejemplo.
Hay que enseñarles a no soplar, ni hacer ruidos al sorber las comidas.
Para niños pequeños se deben utilizar cubiertos de menor tamaño. La cuchara de mayores no les cabe en la boca y el cuchillo y tenedor son demasiado largos para ellos.
En la noche no hay que obligarlos a comer alimentos demasiado fuertes o que los indigeste, ni a beber demasiado liquido como agua o sopas. Los alimentos fuertes pueden desvelarlos y los líquidos ocasionar que se orinen en la cama.
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